Despedidas

No me gustan las despedidas, aunque a veces son necesarias, bien sea por decisión propia o por cosas ajenas a nuestra voluntad.

Hoy me despido, me voy caminando hacía otro lugar. No sé exactamente donde, pero me voy.

Es una paradoja, no me gusta despedirme y  mi vida está llena de adioses, de hasta pronto, hasta nunca, hasta siempre…

Pero es así, y así debe ser… Las cosas duran lo que duran, y hay cosas que ya se fueron, ellas se despidieron antes de mi que yo de ellas. No me dieron la oportunidad de hacerlo yo.

Por eso es el momento de decir adiós,sin tragedias, sin penas, sin más…

Todo principio tiene un final y hay que saber cuándo poner fin a las historias que se sabe que aunque jamás olvidarás, las debes terminar.

Me he pasado la vida esperando…esperando que suceda algo, y lo único que sucede es lo que no esperaba.

La ilusiones se han esfumado, se han marchado en un tren del cual habían sacado billete de ida, por eso sé que no regresarán. Esas ilusiones habrán bajado en cualquier andén de quien sabe que estación.

La ilusión del amor, se han convertido en frustración. La de ser una buena madre, en fracaso. La de saber acompañar a la soledad, en desencanto. La de ser una buena amiga, en traiciones. La de seguir siendo la que fui, en una quimera. La de mi trabajo, en una penitencia.

Y si entramos en las ilusiones materiales… La de una casita al lado del mar, esa es la única ilusión material que más lamento.

Ahora solo queda conformarse con lo que la vida nos depara cada día. Nunca sabes lo que ocurrirá cuando pones un pie en el suelo al despertar.

¡Se me han ido tantas cosas! Que no me quedan adioses para decir, no quedan palabras de despedidas, se me agotado la palabra, y se ha cansado el alma de la escritura.

El otoño no ha comenzado, y yo ya estoy deshojándome como árbol que anuncia el fresco invierno que se avecina.

Este año fui como el almendro que brotó antes de tiempo confundiendo la primavera con los días cálidos de enero. Así que, cuando llegaron las heladas de febrero, el almendro no dio el fruto que anunciaba con esos colores rosas y blancos de esperanza. ¡Ay! …Si lo dije cuando los vi florecer… -os ha engañado el tiempo una vez más-

Esperaré, cómo siempre, que llegue la primavera… a ver si florezco de nuevo sin que nadie haga conmigo, negocio de mi necesidad…