Nunca le espero; creo que
desde le conocí jamás le he esperado. Desde que me dí cuenta que le quería, supe
también que no debía esperarle; por eso no le espero. No miro el reloj, ni
cuento los días, no gasto calendarios, ni deshojo margaritas.
Sin embargo, ha
conseguido ocupar un lugar demasiado importante. Lo ocupa sin ocuparlo. Pero
resulta también, que a veces, olvido que ese espacio está vacío… o será que
ahora, sólo lo ocupa a ratos.
Nunca le esperé; porque
cuando llegó, no le esperaba, y decidí seguir así… sin esperarle.
Con esto no quiero decir que deseo que se vaya; sino más bien, que se
quede para siempre en el lugar que ocupa tan solo a ratos.
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