martes, 15 de julio de 2014

Nosotras...

Cada día tengo más claro que las personas (sobre todo las mujeres) debimos nacer con un libro de instrucciones. Por eso , ahora,  que ya nos acecha el calor con premeditación y alevosía, es hora de aclarar algunos puntos . Así qué ...¡Vamos al lío!

Para la mayoría de los hombres, las mujeres estamos escritas en otro idioma. Somos como actrices extranjeras, como un ovillo de lana enredado. No entienden nada de lo que sentimos o necesitamos. Por ignorancia, intentan acercarse a nosotras de de manera tonta y superficial, y en consecuencia, la mayoría del tiempo nos sentimos vacías e incomprendidas.

No obstante, algunos hombres, por herencia o por azar, han podido entrever el nebuloso mundo femenino de otra manera. Sus hermanas o sus madres les han revelado, por ejemplo, que odiamos que nos ignoren, que no recuerden lo que les pedimos, o que huyan como ratas de una discusión.
Sin embargo, a pesar de estos torpes esfuerzos y revelaciones parciales, las mujeres seguimos siendo para los hombres, una bolsa llena de agujeros. Tenemos tantos secretos y atajos, que es imposible llegar al centro.

Les voy a exponer una traducción esforzada y generosa de algunas molestas incógnitas que todavía guardamos a la sombra de la verdad. No creo que sirvan de mucho, pero mi ambición es poca… Si un hombre más nos entiende, habrá valido la pena.

Vamos a ver con estas sencillas explicaciones si entienden algo;

Es muy común que una mujer interrumpa una actividad de rutina para llorar desconsoladamente. A veces sólo basta un pequeño traspié (se quema la comida o de repente recuerda algo que le ocurrió) para tener un acceso de pena. Cuando esto sucede, los hombres quedan perplejos, no logran entender por qué lloramos, si hasta entonces ¡estábamos tan bien! Sin embargo prefieren pensar que estamos locas.


A pesar de lo que cree la mayoría, este vicio tan irritante no es un síntoma de demencia, es un fallo en el sentido común  Al cual le podemos llamar “golpe de estado emocional” un instante de trágico descuido en el que las emociones pisotean y derrocan a la razón tomando el control absoluto de todo el cuerpo.

Sólo después de varias horas, con el llanto entrecortado por el hipo, las emociones le restituyen el mando al sentido común, que nos duerme mansas y culpables hasta el otro día.

A veces, creemos que 10 + 10 es igual a 7…Las mujeres tenemos una matemática simbólica paralela. Mientras para el resto del mundo un número es un número, para nosotras son dos. El que decimos, y el que callamos(como la edad). Las modelos, por ejemplo, tienen noventa centímetros de cadera, todas las demás mujeres, obviamente, tienen más, mucho más. Y sin embargo ¿Alguien escuchó alguna vez a una amiga decir que tiene un metro de contorno?

Lo mismo sucede con el peso... todas las mujeres pesamos 49 ó 59 kilos, y, si somos muy grandotas, 69, pero ninguna acusa 62 o 71. 


Nadie sabe tampoco quién usa talla grande o extra grande, porque todas somos (como mucho) talla media. Por supuesto un 37 de zapatos. Tampoco es fácil descubrir la edad, todas las mujeres tenemos 29 ó 38 ó 49 años y medio; en 1976 y 1966 no nació nadie. Menos aún puede saber un marido "cuanto costó la rebequita", porque siempre, absolutamente siempre, "estaba de oferta". Por último, nadie puede confirmar la cantidad de novios que tuvo su novia antes, porque hay muchos “que no cuentan” y otros que es mejor olvidar.

Después, las mujeres tenemos un sentido de la privacidad muy difuso. Mientras los hombres apenas le dicen a sus amigos que están saliendo con una chica, nosotras vomitamos toda la información en la primera salida. Entre amigas, las confidencias viajan como un montón de indios borrachos que van a saquearlo todo. Hablamos tanto, que destruimos el tabique de intimidad que separa la una de la otra. Somos como dos móviles  con bluetooth y como un extenso túnel que nunca dobla…

Si bien los hombres conocen esta debilidad, no se imaginan al grado de indiscreción al que podemos llegar. Ignoran que esa amiga que viene a casa tan seguido sabe absolutamente todo sobre ellos. Que conoce todos sus movimientos en la cama como si los hubiera espiado. Que sabe que cuando eran chicos se tocaban con sus primas y jugaban con las muñecas de sus hermanas. Ignoran que a esa amiga se le desprendió la laringe de tanto reírse cuando supo que lloraron con Bambi.

Cuando  una mujer descubre que su marido la engaña lo primero que pregunta no es: “¿Por qué lo hiciste?“, sino “¿Quién es ella?”. No le interesan los motivos de la traición; lo que le importa saber es si la otra era más joven o más linda, si era mejor en la cama, dónde se conocieron y cuantas veces tuvieron sexo.

Las mujeres, a diferencia de lo que los hombres creen, estamos en constante conflicto con nuestro género. Ellos son, cómo mucho,personajes secundarios. Cuando vamos a una boda, por ejemplo, no nos importa llevar compañía para bailar o para conversar entre comidas. Necesitamos llevar pareja para que el resto de las mujeres no puedan jugar la carta de…. “yo tendré tres hijos  y pareceré un colchón mal atado pero TU… ni tienes marido”, y así nostras podemos pensar… “Mientras TÚ  cambias pañales y friegas  de rodillas yo tomo cocktails con sombrillitas y me burlo de tu panza”. ¡Somos malas….!

Aunque también somos puro envoltorio, no  es ningún secreto que las mismas mujeres que se ofenden por una grosería, en la intimidad son mucho menos remilgadas. Sin ir más lejos, los hombres -que intuyen esta hipocresía- suelen preguntarnos incisivamente qué hacemos cuando estamos solas. Sin embargo, estos curiosos apenas sospechan el grado al que podemos llegar para ser unas impostoras.

Las mujeres que apenas comen en una cita, por ejemplo, llegan a su casa y se atiborran con lo primero que pillan en el frigorífico. Aquellas que censuran a un hombre por limpiarse con el puño, son las mismas que pillan del canasto de la ropa sucia algo que necesitan para ir a trabajar y no lo han lavado a tiempo, y comparten con su gato un yogur a la mañana. 
Y también están las que se escandalizan cuando alguien les grita cochinadas por la calle, y luego escupen cuando nadie las mira, se lanzan como una araña sobre un boy o gritan como unas depravadas en la cama.

Al baño vamos juntas por necesidad… (Que-lo-se-pan)
A los hombres les gusta inventar fábulas femeninas de corte lesbiano-inverosímil. Están convencidos, por ejemplo, de que el baño es para nosotras un bollero en el que nos embadurnamos de lápiz labial transpirado y nos acariciamos el cabello mientras nos decimos, pegajosas bajo el vapor del secamanos, qué lindo nos queda el pantalón.

Es hora de que se sepa; cuando vamos al baño juntas no hablamos de ustedes ni nos manoseamos. Si vamos de a dos es porque nos llevaron a una lugar mugriento en la que nuestra compañera tiene que sostenernos la puerta del baño o boxear contra otra mujer por el último cuadrito de papel higiénico. Mientras ustedes creen que “cuchicheamos” estamos combatiendo el cólera trepando sobre un WC y repeliendo murciélagos con la tapa del cubo de basura.
Y ya que estamos, tampoco jugamos a la guerra de almohadas cuando dormimos juntas, no nos secamos entre nosotras en los vestuarios, ni nos sentimos extrañas y confundidas cuando le pasamos bronceador a una amiga por la espalda.

Sólo somos todo  lo felices que podemos y queremos ser . Pero ....





Somos víctimas del amor colectivo…Todas las mujeres compartimos sin saberlo un tórrido amorío unilateral. Como telépatas programadas nos enamoramos, sin premeditación, de un mismo hombre al mismo tiempo. Durante mucho tiempo ignoramos este tibio sentimiento que trasciende nuestros gustos personales, hasta que un día, viendo una película o una serie de televisión, nuestros suspiros se encuentran y la verdad sale a la luz. En una época fue Brad Pitt, luego vino George Clooney, después Russell Crowe y hasta hace poco, Jude Law. 

Sin embargo, cuando llega el  preciso momento, todas queremos a tipo como Adrien Brody. 



1 comentario:

  1. Solo dos palabras:Im Presionante, Jajajaaa!! Eso es Verdadero. Amigas hasta el fin de los tiempos, un beso y...

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  Pandemia. Hoy he recordado que tenía un blog ¡Vaya! Con las satisfacciones que me dio en su tiempo y he llegado a olvidarlo algunas veces....