miércoles, 9 de noviembre de 2022

 Pandemia.

Hoy he recordado que tenía un blog ¡Vaya! Con las satisfacciones que me dio en su tiempo y he llegado a olvidarlo algunas veces.

Sé que no es nada interesante la vida de una cincuentona, Y MUCHO MENOS CUANDO YA NO HAY MUCHO QUE CONTAR.

Pero he leído la última entrada, y he flipado conmigo  misma. Sonaba muy  derrotista, muy pesimista… y fíjense que después de eso, cuatro meses después, llega la puñetera pandemia.

Se preguntarán (si es que alguien me lee) que por qué no he escrito estando confinada. Fácil respuesta, yo no he estado CONFINADA. Mi familia sí, yo, por mi trabajo, no. Tan solo estuve los 15 días, AQUELLOS en los que lo estuvimos todos.

Han pasado casi tres años y casi morimos, sin embargo, aquí estamos (algunos) para contar lo vivido. Y al día de hoy lo hemos normalizado mucho, quizá demasiado. Pero hoy, ya parece que se nos ha olvidado algo tan grave como lo que hemos pasado.

Se nos olvidó el panorama catalán, se nos olvidó, la moción de censura, se nos olvidó casi todo y casi nada tenía importancia comparado con aquello, con ese caos. 

Se nos iba la vida, la salud y el trabajo. Tan solo TENIAMOS INCERTIDUMBRE….vivíamos con miedo.

Tuvimos vacunas (sin saber  nada de ellas) que no dudamos en ponernos, tuvimos  entierros al los que no poder asistir, muertos al los que no poder llorar, bodas que pensábamos que jamás se podrían celebrar, nacimientos, en definitiva… celebraciones de vida, una vida que algunos pensábamos ya no viviríamos  jamás (y algunos no la volvieron a vivir)

Y lo hemos pasado, e hicimos propósitos, y nos juramos aprender. Y así una promesa tras otra que no vamos a cumplir jamás ,por que somos rápidos para olvidar.

Se nos han quedado muchas secuelas después de la pandemia, secuelas que difícilmente sanaran, al fin y al cabo, las cicatrices sirven para que no olvidemos los errores o aquello que nos ocurrió una vez.

Y después de la pandemia, una guerra… llegara el frio y habrá mucha gente que no podrá poner la calefacción, porque los precios se han disparado, porque no se sabe cómo ni por qué estamos inmersos en una puñetera crisis.

Crisis… crisis económica, pero  también hay  crisis en el alma. Estamos dejando un mundo asqueroso a nuestros hijos. La generación “pandemia” no superará lo que ha ocurrido en muchos años.  

Los que quedamos, los que  estamos, los que trabajamos, los que podemos calentarnos, los que podemos comer, los que vivimos… somos la excepción  que confirma la regla.

¿Derrotista? NO… realista. Tenemos un mundo precioso y lo estamos destrozando ¿Culpa? De todos un poco. Pero la mayor parte, la culpa es de la política egoísta que nos gobierna.

 

  

 

 

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