El jardín de mi vida

A veces me doy un paseo por el jardín de mi vida, y digo bien, jardín… Porque mi vida se compone de muchas flores, de árboles frondosos, de mala hierba y de rincones maravillosos. En un gran jardín hay de todo.

Me doy cuenta que he conseguido cultivar desde las especies más raras, hasta los más simples rosales que aún siendo invierno florecen porque están protegidos por tapias que dan calor a la fantástica planta.

Descubro en mi paseo autenticas maravillas .

Nunca quiero perderlas de vista . 

Son las que me dan la vida ...

Tengo unas buganvillas preciosas, de varios colores, esas pizpiretas buganvillas son mis amigas, las hay de color fucsia y amarillas.

Ellas alegran y se enredan en las verjas que rodean el jardín, algunas permanecen en flor todo el año, otras pierden las hojas en otoño, pero sigue la rama verde y siempre sabes que tarde o temprano florecen.

Después  están las flores de temporadas, esos son los amigos de paso, que están en mi jardín pero van a su aire, porque ellos  se cultivan en varios jardines y se escapan de estos medios para ser capaces de germinar y sobrevivir de forma más o menos estable según la época del año .

Mi jardín tiene un parterre muy especial, lleno de margaritas de mil colores, esas… son mi familia y lo que más alegra el jardín de mi vida . Con ellas paso la mayor parte del tiempo, debo cuidarlas en extremo, es lo que lo que da belleza al paseo…

Y tengo un rincón especial con la flor más bella de todas, un rosal con rosas blancas, ese es el recorrido más bonito cuando me dispongo a pasear… la rosa blanca es la que simboliza a mi hija. Sin esa rosa, la cual se mantiene todo el año fresca y viva… mi jardín no tendría sentido por muchas flores y arbustos que tenga.

Dando vueltas por recodos del camino, este me lleva al a un fresno enorme, con el que hablo habitualmente, es vivaz, impulsivo, exigente, no le importan las criticas, ambicioso, inteligente, lleno de talentos, le gusta jugar con el destino aunque puede ser egoísta, pero muy fiable y digno de confianza, el cerebro controla a su corazón, pero asume sus relaciones de amistad muy seriamente. 

Ese es mi gran amigo, en el cual me siento a su sombra para charlar con él de vez en cuando.

Y no puedo dejar de ver al gran árbol que se divisa desde cualquier punto de mi jardín, el olmo, ese árbol castellano por excelencia , al que  le escribió Machado.

Ese árbol que representa robustez ,de tronco muy derecho, mi  olmo es un árbol que  pertenece al principio de la movilidad. Es modesto y  práctico, tiene un gran sentido común y una inteligencia despierta.Es un dirigente nato con gran olfato para intuir las cosas de su alrededor. Está ubicado a la orilla del lago, allí me dejaba pasar algunos ratos. Espero pasar algún tiempo más con él, porque  como le escribía Machado;
Antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida.Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.

De vez cuando también sale la mala hierba , esa que va destrozando la armonía de colores y viveza de las flores , pero a esa la controlo recortándola de vez en cuando y eliminando la raíz para que no vuelva a crecer … pero ya se sabe que esa hierba crece donde menos lo esperas . Solo es cuestión de pasear a menudo para controlar la maleza.

Y me quedan las florecillas silvestres, esas grandes desconocidas que acampan en cualquier lugar, pero que dan vida y color a mi jardín mimado, esas florecillas son ustedes…

Y cuando acabo el recorrido por los rincones más bellos y queridos , termino siempre entre girasoles, los que se caracterizan porque siempre van girando en torno al sol , nunca lo pierden de vista , y al mismo tiempo van viendo lo que tienen a su alrededor para cuidarlo. Hasta un girasol seco sirve para algo, da alimento en un momento dado …

Mi paseo de vez en cuando por allí me hace darme cuenta que ningún jardín es igual a otro, cada uno de ellos tiene un color especial y un olor que recordar, tiene recodos en los que descansar, sombras para el calor, huecos cálidos para reconfortar el frio invierno, y la humedad necesaria para que la escarcha refresque las hojas de todas las plantas que me dan la sabia necesaria para seguir paseando y recorriendo de vez en cuando tan magnífico jardín.

Tengo un jardín encantado en el que hojas, árboles, ramajes, frutos y flores cobran vida en el ocaso...
Si atisbo tras la ventana, manteniéndome en silencio, veo ante mi el misterio que sucede entre las ramas...

Justo al florecer la luna, en  el aire copa el murmullo que leve como un arrullo las transforma de una en una...

Cada una de ellas tiene su propio nombre y su propia vida y yo como jardinera cuido de ellas cada día...