sábado, 11 de enero de 2014

Aquellas vacaciones...

Una llamada inesperada en una noche la cual ya no esperas nada, me llevó sin querer al verano del 2012.
Recuerdo gratamente aquellas vacaciones, aquel mar y aquel paseo marítimo inmenso, dónde la marea subía y bajaba de forma y manera  para mi desconocida.
  
Yo estoy acostumbrada al Mediterráneo, es más calmo, mas tranquillo, más templado… aunque cuando se enfurece hay que temerle cómo a todo mar que se precie, nunca hay que perderle el respeto.

El mar Cantábrico es muy bravo, está vivo, y es frío, pero hipnotiza su bravura, su color e inmensidad…
Recuerdo.... llegar allí por carreteras maravillosas, nada de autovías, eran carreteras de montaña, con unas vistas que te hacían perderte en ellas por un buen rato… después, también te perdías  por ellas, literalmente (el acompañante es experto en pérdidas de caminos).


No sé porque motivo, me levanté recordando aquello, y jamás pensé que por la noche me iban a dar detalles de aquel lugar de nuevo.

Habitación 301, no la olvidaré nunca. Era un habitación pequeña, pero daba igual, allí llegué yo para instalarme durante siete días maravillosos a lado del amor de mi vida.
La habitación tenía un pequeño balcón acristalado que le daba el espacio que le faltaba al cuarto, allí reposaba un  mesa pequeña y dos sillones tapizados con telas antiguas. El balcón no es que tuviese unas vistas maravillosas, pero tan solo saber que detrás del edificio que había frente a mi estaba el mar… era suficiente. Solo tenía que cruzar una calle y allí estaba…
Había un armario, más bien pequeño,  donde coloqué mi ropa y mis zapatos lo más ordenadamente posible.

Cuando él vio aquello… me dijo;
-¿Te vas a quedar aquí de por vida?-
- Pues no , pero para seis días, la ropa en las maletas no puede estar-
Alucinaba con lo que yo había hecho, no  lo entendía… pero bueno, creo que es lo normal ¿no?

La comida del primer día fue extraordinaria, allí hay un plato que para mi es de lo mas rico que he comido nunca, además regado con un vino turbio fresquito que ayudaba a que el sabor picante de tan rico manjar, se diluyera en el  paladar de forma suave y fresca.
Tan suave estaba aquel vino , que no me dí cuenta que me pasé tres pueblos bebiendo...

El lugar, las vistas, la compañía, la conversación, la gastronomía, el hambre y la sed… hicieron que casi no me pudiese levantar de la silla. No suelo beber alcohol, por lo tanto por poquito que beba me sube de manera inmediata.
Así que cuando me dispuse a levantarme de la silla… no podía poner un pie tras otro.
Él reía de verme así, y a mí me dio por reír y ponerme graciosa.

Regresamos  al hotel a descansar… ¿descansar? Nada mas lejos… Lo que hicimos fue pasarlo genial.

Después un paseo para enseñarme el lugar, él, lo conocía bien, yo, era la primera vez que iba. Lugar con encanto donde los haya, no me importaría vivir allí ¡es magnifico!
Cadi día visitábamos un lugar, una playa nueva, una ciudad diferente, las risas, las charlas, la complicidad. Fue una de las mejores vacaciones de mi vida…

Los recuerdos, mientras exista la memoria y el afecto, no se borrarán jamás.

Me alegra haber descubierto, que él tampoco ha olvidado aquella semana…





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