miércoles, 22 de enero de 2014

Naufragio

Desde  cualquier orilla del mar se  puede sentir la brisa marina. Llega desde lejos, es un soplo de aire fresco. Esa brisa es indispensable para saber donde estás…
Y... mirar la inmensidad de un océano desde la distancia, es la mejor forma de observar el horizonte, en el que cielo y agua son indistinguibles. Allá donde apenas alcanza la vista, sigue la vida…

La placidez de un mar en calma es como la confianza en un conocido… a veces, traicionera, capaz de convertirse en una trampa insalvable. El azul infinito del mar puede cambiar en un instante al color gris, anunciando la peor de las tormentas, haciendo temblar corazones en ocasiones, ya de por sí, atormentados.

¡Ay marinero sin velero!, siempre serás navegante errante, dejando atrás puertos y bahías, surcando en barcos ajenos, sin rumbo, y en busca de la resaca de un amor perdido, de alguien que te de una mano en un mar confundido.

Nieblas y brumas amenazan tu ruta, vientos y tempestades azotan tu alma. La marea te arrastra a la deriva, zozobrando entre silenciosos quejidos, ahogandote por la pena sabiéndote perdido… y dicen; que tu orgullo te mantiene a flote.
No olvides que hasta los grandes barcos una vez, naufragaron.

Sí, es cierto, no esperé a hundirme contigo, tuve que  izar velas y soplar yo misma cuando no hubo viento…
Reprochaste haberte dejado solo y no esperar a divisar tierra. Pero yo sabía que tu brújula sureña no me llevaría a buen puerto, solo me fíe de mi instinto… y  una vez más, no falló.
Ahora navego en velero pequeño, pero seguro, y sin perder de vista la orilla…  

¡Ay náufrago de sentimientos!, sediento de emociones dejas escritos mensajes  que quizá…  estén carentes de razones.
Ahora  tu barco hace aguas, no  busques parches que arregle lo que tú destrozaste…  
Reconócelo; no eres un buen navegante…

Y cuando todo acabe, quedará varada una botella en una playa desierta, en una espera perpetua.

No todo llega a su destino… ¿O sí?





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