Comienza a anochecer lentamente por encima de la nada, allí donde el silencio se hace presente y la soledad juega sin mucho éxito a pasar desapercibida.
Bajo las nubes planean preocupaciones, temores, llantos, alguna sonrisa, desesperación entre esperanzas marchitas.
Los lamentos suben tan rápido como se desmoronan las voluntades y sobre el mar a medida que oscurece, el cielo se ve más estrellado, las estrellas más brillantes, distantes pero presentes…Me hacen compañía.
Hay quien se va y hay quienes vienen, sin más ruido que el de su propia existencia,idas y venidas, despedidas que se esfuman al salir el sol y no siempre regresan.
Es allí donde el peso de la soledad y la ignorancia no logran desvanecerse, aunque se van perdiendo por el camino, arduo y empinado, difícil en su largo recorrido, como los que se toman para alcanzar lo valioso.
Pero si algo se hace notar es la calma, plácida, tranquila y… el frío, tembloroso y cortante, recordándome el lugar donde estoy.
Ahora el quejido del viento apaga otros sonidos, sonido de llanto, sonido sordo de soledad y vacio, sonido de silencio…Pocas cosas se mueven tan sigilosas.
El tiempo se detiene, poco hay aquí ya, pero lo que se siente dice más que lo que puede escucharse.
En el fondo, los miedos se alzan desafiantes entre penumbras por todos conocidos,aún sin haber estado nunca allí.
Quizá algún día...
Pero hoy he alcanzado la cima y estoy en lo alto, observando desde arriba por un instante que desde aquí… todo se ve más pequeño, menos importante, o menos prescindible...
La luz de la luna crea un ambiente mágico de claroscuros, mientras la marea de nubes se pasea alrededor, hipnótica, fascinante…
Estoy cansada, encogida en mi insignificante pequeñez ante tal espectáculo, medito a solas en el techo de un mundo con goteras, en el que llueven témpanos de olvido.
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